Las clases terminan a las 17:15 en "mi" colegio, pero el turno de tarde se alarga hasta las 19:00. En ese tiempo, con el colegio vacío, el conserje ha de ingeniárselas para sobreponerse al tedio... Una posibilidad es releer el periódico; también se puede pasear por el colegio... Si hay suerte, alguna profesora se quedará por la tarde a terminar cualquier bobada, y siempre puede uno tirarle los tejos o simplemente darle conversación. Pero lo más frecuente es disfrutar de la compañía de aquellos alumnos suficientemente mayores para quedarse solos en el colegio pero lo bastante pequeños para no volver solos a casa. Es el caso, entre varios otros, de Raquel.
Raquel estudia 1º de Educación Primaria; le gusta leer y dibujar, y se le dan muy bien las "mates". Es rubia, tiene los ojos azules y la carita redonda; no dice una palabra más alta que otra, se ruboriza cuando habla con desconocidos y me pide permiso incluso para quitarse el abrigo y dejarlo en algún rincón de mi coqueto despacho (los primeros días no se lo quitaba, para no tener que hablar). Con el paso de los días, y a fuerza de verme, Raquel comenzó a saludarme, tímidamente al principio, y con una franca sonrisa a mediados de curso. Fue más o menos entonces cuando comenzó a contarme lo que sé de ella, y en unos días no tenía ningún problema en pedirme unas pinturas o unos rotuladores para hacerme algún dibujo. Solía firmarlos, pero no tienen fecha, así que no sabría ordenarlos cronológicamente...
Esta obra de arte no lleva su nombre, pero el lazo que lleva el sol la hace inconfundible.
Este lazo es suyo, recuerdo que me explicó que había usado uno igual en carnaval, con diadema incluida.
A Raquel le gustan mucho las sirenas. Estoy de baja desde mayo, y echo de menos a Raquel y a sus dibujos y a sus historias de sirenas. Pero en septiembre, con el nuevo curso, espero seguir disfrutando de su compañía, y espero añadir nuevas obras de arte a mi colección gracias a su generosidad. Algún día os enseñaré las sirenas que me ha dibujado...
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