16 junio, 2004

¡Un poco de por favor! (I): María y Andrea.

La serie "¡Un poco de por favor!" nace con la idea de reivindicar una figura habitualmente maltratada por la sociedad como es la del conserje o portero.

José Luis Moreno, cabezón para amigos y no tan amigos, comenzó a redimir sus pecados en su más que aceptable papel de malo maloso en Torrente II: Misión en Marbella, y parece decidido a expiar sus culpas produciendo la interesante "Aquí no hay quien viva", en la que Fernando Tejero interpreta al portero de un bloque de viviendas. Sirvan estas líneas (y las que llegarán) para completar la ardua tarea de vindicar y reivindicar la figura de porteros y conserjes, esforzados mantenedores del pulso vital de nuestra España.

Servidor (usted puede conocerme como John Future, Prisciliano, Prisci Revolutions, Prisci Spamming Forces, uno-de-astorga, Jorge, Yööörch, etc.) es conserje de un colegio privado (de curas para más señas), vaya eso por delante. Esta primera entrega de la serie lleva como subtítulo "María y Andrea", como homenaje a dos ciudadanas ejemplares a la tierna edad de 8 o 9 años... Conscientes de lo arduo de mi tarea (consistente, grosso modo, en anunciar los cambios de clase y leer el periódico), María y Andrea tenían el detalle de obsequiarme con su presencia en el interminable recreo de mediodía; durante la media hora del almuerzo eran ellas quienes se sentaban a la puerta de mi coqueto despacho para anunciar a nadie (porque a esas horas nadie pasa por allí) que yo no tardaría en volver. Una de esas tardes, Andrea apareció de improviso en el comedor para anunciar, entre orgullosa y asustada, que María se había tragado una moneda de 20 céntimos de Euro. Haciendo gala del espíritu de sacrificio que nos caracteriza, sacrifiqué dos valiosos minutos de mi almuerzo para cerciorarme de que María no iba a morir a escasos metros de mi puesto. Una vez comprobé que no tenía dificultadespara respirar, avisé a la enfermera para que se hiciera cargo de la situación... Todo fue un susto sin mayores consecuencias; María expulsó la moneda por el cauce natural a los pocos días. ¿Una anécdota más? Lo sería, sin duda, de no mediar el espíritu ciudadano de mis dos pequeñas amigas, que no dudaron en obsequiarme apenas dos días después con sendos dibujos para mostrarme su eterno agradecimiento...






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