14 abril, 2005

Lectores anónimos.

Me permito plagiar una de las últimas columnas de Francisco Umbral en El Mundo. Lleva por título "Oficio de leer", y me resultó muy reconfortante:

Con motivo de los recientes acontecimientos sociales y globales, el gentío ha leído más periódicos, superando esa situación actual en que muchos compran un periódico para que les den una película.

Las autoridades del ramo intentan recuperar las humanidades para galvanizar unos sistemas de enseñanza que decaen con cualquier Gobierno. Las humanidades comprenden desde el abecedario al Quijote, tan movido este año y tan poco leído siempre.

La gran prensa sigue esperando o fabricando la noticia globalizada -muerte de un Papa, muerte de un príncipe, boda de otro- para recuperar su público, el que fue habitual.

Estos últimos acontecimientos nos han permitido observar que la gente no se conforma con la escueta información televisiva sino que necesita leer despacio toda la prosa que han alumbrado los periódicos.

Yo fui un niño lector de periódicos y ese vicio infantil me ha envenenado gloriosamente toda la vida, como a otros el tabaco. Sólo que el libro no se oxida con la nicotina del fumador.

Leer no es lo contrario de escribir sino la misma cosa, la otra cara de este noble y fecundo oficio. El que lee con asiduidad y sin crispación noticiosa, está en realidad creando aquello que le dice el libro.

Desde la imagen poética hasta la fórmula einsteniana -que también es poética-, el libro se deja leer y va desgranando todos los elementos necesarios para crear una mentalidad. El lector creativo es el que da vida intelectual o poética a lo que se le narra. Para esto no basta con retener las claves de la enseñanza.

Es necesario gustar asimismo el valor de la palabra, el color de la prosa, la fuerza de un idioma, la gracia de un autor. Conocí a nuestro gran historiador Américo Castro.

Incluso en su conversación todo tenía colorido, la historia de España se ponía en movimiento, y lo que nos enseñaba don Américo estaba no sólo en el dato sino en lo que sugería él, en la claridad de su lenguaje y la temperatura de su prosa.

Así llegamos a confraternizar con judíos, moros y cristianos. Así se abrió ante nosotros La edad conflictiva, la gran edad en que España se elige a sí misma y perdura.

Ese texto no es literatura, pero ha generado mucha literatura. Por ejemplo, el numeroso libro de Camilo José Cela con el mismo título. El hombre que lee espaciosamente de pronto encuentra una página en que se siente aludido. Novela, ensayo, poesía, da igual.

De lo que tratamos aquí es de la osatura del lector, un hombre recostado que lee como si pensase o piensa como si leyera. El mundo se va haciendo texto en su lectura.

Dijo un poeta del 27 que el que no exista la amada no prueba nada en contra del poema. Quiere decirse que el libro crea y expande su propia realidad, y ése es el único milagro del hombre y su humanismo.

Y dijo otro poeta, el chileno Vicente Huidobro: «Poetas, no cantéis la rosa. / Hacedla florecer en el poema». Y ese florecer no es otro que el herborizar de la lectura.

Y dijo Roland Barthes que el crítico es un escritor aplazado.También el lector es un escritor aplazado y aunque no escriba nunca, entenderá el mundo dentro de un libro, que sigue siendo la mejor manera de vivirlo.

Leer, sí, es otra forma de crear.Incluso leer periódicos. Leer es una forma insustituible de vivir.Un Papa y varios príncipes nos han devuelto hoy a la elocuencia muda de leer.

No hay comentarios: